domingo, 6 de diciembre de 2009

Tres mujeres, una gran labor



La mayoría de funcionarios se dedican al trabajo de oficina, pero hay un personal imprescindible que se encarga del orden y el aseo en la entidad. Para esta importante labor han sido seleccionadas tres mujeres que con su entrega, compromiso y espíritu de servicio juegan un papel clave en la institución. Esta es la historia de tres personajes que con su trabajo han dejado huella en la Contraloría.


Rosa Carmen Sandoval es una mujer de 54 años de edad, amable, trabajadora y sobre todo muy cariñosa, vive con su esposo y sus tres hijos.

Rosita trabaja desde los seis años de edad, en su infancia ayudaba a sus padres y hermanos, porque sus recursos eran escasos. Ella viajaba con su tía quien tenía un negocio de mercancía y por eso iban a los pueblos, por tal razón Doña Rosita sólo alcanzó a estudiar la primaria, “pues allí aprendí lo más esencial, que es saber leer, multiplicar, restar, entonces yo me defiendo con ese conocimiento” afirma Rosita.

Aunque su sueño siempre fue ser secretaria, ahora lucha por concretar un nuevo ideal: ayudar a cumplir las metas de la Contraloría Departamental del Cauca porque para ella es su segundo hogar, donde ha encontrado compañeros y amigos, a quienes quiere como hijos.

A los 14 años conoció a su esposo, ha sido su primer y único amor, pero sólo hasta el 27 de mayo del 2000, reafirmó ese compromiso ante Dios al casarse con él, porque como ella dice: “queríamos una relación como manda el Señor” con sus tres hijos y cuatro nietos.

Para ella lo más importante es su familia, por eso desea que sus hijos cumplan las metas y sueños que ella no pudo alcanzar y que ellos salgan adelante, “Yo respeto las decisiones de mis hijos y las profesiones que han escogido para obtener sus logros”, dice Rosita con una sonrisa en su rostro.

Doña Rosita es una mujer carismática, cariñosa y muy colaboradora, quien afirma que los tropezones de la vida nos hacen salir adelante y más si tenemos la ayuda de Dios. A Rosita siempre le ha gustado trabajar con la comunidad, ha sido Presidenta de la Junta de Acción Comunal de su Barrio y obtuvo recursos para ayudar a su gente gracias a su labor. “Sobre todo me gusta trabajar con los niños de bajos recursos, cada diciembre con el pago de la prima navideña les doy regalos, que tengan su aguinaldo” dice Rosita con satisfacción.

Teresa de Jesús Córdoba, es una mujer de 57 años, nacida en la Cruz Nariño, pero desde hace 35 vive en el Cauca ya que sus padres fallecieron y uno de sus hermanos decidió traerla a Silvia donde él vivía. Aún con la tristeza por la muerte de sus padres y el dejar atrás su tierra, doña Teresa empezó una nueva vida en Popayán.

Teresa inició trabajando desde los 14 años de edad pero en oficios sencillos porque por ser la menor era la niña consentida. Cuando llegó a Popayán tenía 18 años, aprendió a hacer flores en porcelana, tejidos, realizó cursos de culinaria y trabajó en el Tribunal Contencioso por seis años, y después paso a la Contraloría Departamental del Cauca.

En cuanto a su vida sentimental, Teresa conoció a quien sería su esposo santos porque era una mujer muy reservada, sin embargo, se enamoró.


Uno de sus sueños era ser negociante, pero ahora lucha por su hogar y está muy feliz con su primer nieto de 19 meses, “eso ha sido una alegría, a la edad de uno tener un nieto es muy bonito, se quieren los niños que no son nietos, como será cuando lo son, soy chocha con el bebé”, asegura.

Alba Inés Rebolledo, nació en Cali, pero desde muy pequeña se vino a vivir a Popayán con sus padres, por lo tanto ella se siente más patoja que cualquiera. Tiene 55 años y estudió Secretariado General en el Sena, también culinaria y muñequería.

Luego trabajó en ComSalud, en el Hospital San José y en la Trilladora de Cafeteros, moliendo café. Finalmente llegó a la Contraloría donde se quedó.

“Yo trabajé desde los 14 años en una boutique que quedaba por la sexta y mi mamá como es paisa, siempre fue trabajadora, entonces yo le ayudaba a vender mazamorra y arepas antes de irme para el Colegio” dice Alba con añoranza.

Desde pequeña le gustó el trabajo, pero como es la única hija mujer su padre se oponía y era su madre la que la apoyaba porque quería que fuera independiente. Su papá era un hombre muy estricto y dice Alba que para pedir un permiso debía hacerlos con un mes de anticipación para que accediera.

A Doña Alba le gusta hacer de todo, ella hace lo que sea, pero guarda en su memoria un sueño que no pudo cumplir y era estudiar administración de empresas, pero como tuvo sus hijos le fue difícil lograr ese sueño. Ahora sus sueños son para sus hijos, pues desea que ellos sean lo que ella no pudo ser, que sigan adelante “Uno no quiere que ellos sufran, así como uno, que tuvo necesidades, que tengan las cosas que uno ha tenido, por eso les digo que estudien” dice con una mirada esperanzadora.

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